martes, 11 de noviembre de 2008

RESÚMEN LECTURA 3. Manuel Sacristán; Introducción al "ANTI-DÜRING". Autor: F. Engels. Editorial Grijalbo.



¿Qué es una concepción del mundo?
Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, a veces sin que éste se los formule de un modo explícito. Una situación bastante frecuente es por ejemplo ver casi como hechos de la naturaleza particularidades de las relaciones entre hombres. En resumen, una buena parte de la consciencia de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas, "inconscientes" en el sujeto que obra o reacciona.
Esos principios, frecuentemente, están explícitos en la cultura de la sociedad a la que el sujeto pertenece. Esa cultura contiene por lo común un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida, así como un código de estimaciones de la conducta (lo que es bueno y malo, y por extensión; lo que está bien y lo que está mal). La parte contemplativa o teórica de la concepción del mundo está íntimamente relacionada con la parte práctica, con el código o sistema de juicios de valor, a través de cuestiones como la del sentido de la vida humana y de la muerte, la existencia o inexistencia de un principio ideal o espiritual que sea causa del mundo.
La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad, no permite averiguar cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter sobreestructural que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo, de la realidad social y natural vivida. El papel de la concepción del mundo respecto del conocimiento científico-positivo es el principal problema planteado en este libro de Engels; el Anti-Dühring.
Para el estudio de las relaciones entre concepción del mundo y ciencia positiva basta con atender a los aspectos formales de ambas. Las concepciones del mundo suelen presentar unas puntas muy centradas y conscientes en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico. Esta segunda forma fue muy característica hasta el siglo XIX. Nacida realmente en pugna con el credo religioso, la filosofía sistemática, se vio arrebatar un campo temático tras otro por las ciencias positivas, y acabó por intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda ciencia. En los casos más ambiciosos, la filosofía sistemática presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las cienias positivas. Quiere ser un saber, un conocimiento real del mundo, con la misma positividad que el de la ciencia.
Esta pretensión puede considerarse definitivamente fracasada hacia mediados del siglo XIX, con la disgregación del más ambicioso sistema filosófico de la historia; el de Hegel. La causa principal de tal disgregación fue la constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Este es un conocimiento que se caracteriza por su intersubjetividad, y por su capacidad de posibilitar previsiones exactas sobre los fenómenos.
Que un conocimiento sea intersubjetivo quiere decir que todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo. Las tesis de la vieja filosofía sistemática, de los dogmas religiosos y de las concepciones del mundo carecen de esos rasgos. Dichos rasgos, dan al hombre una seguridad y un rendimiento considerables, y dicha seguridad juega en contra de la filosofía sistemática tradicional.
El que las concepciones del mundo carezcan de los rasgos caracterísitcos del conocimiento positivo, se debe a que la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los medios decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilitaria). Esto no quiere decir que el conocimiento positivo, y sobre todo sus necesiades metodológicas, no abonen una determinada concepción del mundo más que otra, pero abonar o hacer plausible, no es lo mismo que probar en sentido positivo.
Estos rasgos permiten plantear correctamente la cuestión de las relaciones entre concecpión del mundo y conocimiento científico-positivo. Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra visiblemente por delante y por detrás de la investigación positiva. Como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira o motiva la investigación positiva misma. Esto vale independientemente de que la ideología dominante en la sociedad haga profesar al científico, cuano no está investigando, una concecpión dualista del mundo.
En realidad, el carácter de inspiradora de la investigación que tiene la concepción del mundo se produce constantemente, a lo largo y ancho de la investigación, en combinación con las necesidades internas y dialéctico-fomales de ésta.
La concepción marxista del mundo.
La "concepción materialista y dialéctica del mundo", está movida por la aspiración de terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. Es una concepción del mundo explícita, en la que la liberación de la consciencia presupone una liberación de la práctica. La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El nuevo materialismo no es una filosofía, sino una simple concepción del mundo, que tiene que sostenerse y actuarse no en una sustantiva ciencia de la ciencia, sino en las ciencias reales. En él queda "superada" la filosofía, es decir, "tanto superada cuanto preservada".
Esta concisa y expresiva formulación de Engels supone la concepción de la filosofía no como un sistema superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamiento científico; el de la inspiración del propio investigar y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados.
Ella contiene la recusación de toda la filosofía sistemática: no hay conocimiento "aparte", por encima del positivo. Puesto que su punto de partida y de llegada es la "ciencia real", esa concepción del mundo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma. Esta motivación es lo que en filosofía clásica puede llamarse "inmanentismo" (la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo). Este principio está en la base del hacer científico, el cual perdería todo sentido si, en un momento dado tuviera qe admitir la acción de causas no-naturales. En este postulado de inmanentismo, definidor de la posibilidad de conocimiento científico, se basa la concepción marxista del mundo. El materialismo es lo primero en el marxismo incluso históricamente. Pero el materialismo no es sino uno de los dos principios fundamentales de lo que Engels llama "concepción del mundo". El otro es el principio de la dialéctica, que se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos y más homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierda toda relevancia. El análisis reductivo practicado por la ciencia tiende incluso a obviar conceptos con contenido cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de relaciones cuantitativas o al menos, materialmente vacías, formales. Lo que interesaba de verdad al análisis reductivo del fenómeno era la consecución de un número que midiera la fuerza en cuestión, cualquiera que fuera la naturaleza de ésta fuerza.
El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: a.) la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales y homogéneas (en el caso ideal desprovistas de connotaciones cualitativas para permitir penetrar muy material y eficientemente en la realidad, posibilitando el planteamiento de preguntas muy exactas) y b.) el análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados.
Pero precisamente porque se basan en un análisis reductivo que prescinde (por abstracción) de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto, son invariablemente conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales, "leyes". Con ese conocimiento se pierde una parte de lo concreto: la parte decisiva para la individualización de los objetos.
Los "todos" concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una comprensión racional de los mismos. Lo que no suministra es su totaliad, su consistencia concreta. Pues bien: el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico es precisamente el de las totalidades concretas. Hegel afirmaba que la verdad es el todo.
La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas, y también tratar de entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.
Según esto, la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo como resultado nuevo de la estructuración de éstos en la formación individual o concreta, en los "todos naturales".
Pero la palabra "análisis" no tiene aquí el mismo sentido que en la ciencia positiva. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos.
Con ésto parece quedar claro cuál es el nivel o el universo del discurso en el cual tiene sentido hablar de pensamiento o análisis dialéctico: es al nivel de la comprensión de las concreciones o totalidades, no al del análisis reductivo de la ciencia positiva. Concreciones o totalidades son, ante todo los individuos vivientes, y las particulares formaciones históricas, las "situaciones concretas", es decir, los presentes históricos localmente delimitados. Y tambien, en un sentido más vacío, el universo como totalidad, que no puede pensarse, en términos de análisis científico, sino dialécticamente, sobre la base de los resultados de dicho análisis.

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